Música para alucinar

18 may 2009

Esperanza al atardecer


Caminaba por la peña, el agua se escuchaba a la orillas, allá bajo, salpicando las olas potentes y majestuosas. Pero eso no le importaba, si llovía, relampagueaba, el sol abrasaba, sin importar nada, ella estaría ahí y le esperaría.

Él aún estaba grabado en sus ojos, sus pupilas ansiaban esa figura tan gallarda. El aire extrañaba su esencia, y a cada latido el corazón agonizaba con su esperanza.

Cada tarde, a la misma hora, cuando el sol comienza a sumergirse en las cristalinas aguas, ella llegaba y se sentaba sobre el risco a contemplar la tarde que moría frente a ella.

El viento suave o borrascoso atrapaba y jugaba con sus cabellos en una danza sin armonía y bella. Ella sólo miraba el horizonte, de vez en cuando miraría hacia atrás y luego con un suspiro recogería sus piernas apoyando en ellas la cabeza. Una lágrima solitaria acompañaría sus anhelos y otras tantas caerían acompañando en su dolor a la primera.

Llegó como cada tarde al mismo punto… hasta podría decirse que su presencia se había grabado a la roca. Era el primer día de espera en ese verano. Cada verano regresaba cumpliendo su promesa, esperar por él. Se recargó en sus rodillas la cabeza y girándola un poco comenzó a ver el sol hundirse en el extenso océano.

Cerró sus ojos y recordó aquella última tarde hacía ya tres años, cuando el mar y la tormenta observaron sigilosos su adiós.

—Anhelí, yo te he llegado a querer en estos días, pero hay algo que no
puedo explicarte hoy que me impide darte todo mi cariño y mi amor. No quiero
forzarte a nada. Yo te amo. Pero no puedo estar contigo en estos momentos. ¿Me esperarás? No te sientas obligada, pero si este amor nuestro que ha nacido este verano es real y sincero, te pido que me esperes. No sé cuánto tiempo tarde en resolver este asunto, entenderé si no me esperas hasta entonces. Pero te pido, si en verdad nos amamos, nos volveremos a ver. Yo volveré a este lugar un día, y será en verano como ahora, cada tarde, cuando el sol comience a hundirse en el mar, yo vendré por ti.

—Sean, yo te amo, nunca lo dudes. Te esperaré, vendré cada tarde cada verano al atardecer y esperaré tu llegada, así tarde más de diez siglos, yo estaré aquí esperándote.

—Te amo mi dulce niña. Has sacado lo bueno que en mí había. Tanto así que estoy dispuesto a terminar con lo que me ata lejos de ti para estar a tu lado.

Aún recordaba ése adiós y las lágrimas bañando su rostro cuando él se alejaba. Memoraba el momento en que él giró sobre sus pasos y corriendo volvió a consolarla para después marcharse dándole un último beso. Y ese calor de su abrazo le envolvía y le acompañaba cada tarde al esperarle.

Cada año juntaba sus ahorros y viajaba fielmente al mismo puerto. Alquilaba la misma habitación en el mismo hotel y caminaba a esperarle sobre el risco.

T
e buscaré cada tarde al ponerse el sol sobre el risco. No dudes mi amor que un
día volveré por ti.


Cerró los ojos y se venció al sueño en que el arrullo de las olas la llamaba. Soñando, suspirando, anhelando.


. . . . . . . . . . . . . .

Caminaba por el arenoso paisaje. El sol se acercaba al horizonte, cruel, torturante. Le intentaba ganar para que no llegara a tiempo.
La extrañaba, hacía tres años que habían hecho la promesa. ¿Estaría ella esperándole? ¿Aún le amaría?
Sonrió al recordar su cara traviesa corriendo a su lado o sentada a su lado mientras en las tardes marinas ella le hacía compañía. Evocó sus hermosos ojos que le hipnotizaron en aquél restaurant mientras entraba a buscar algo de comida. Esa sonrisa soñadora que lo dejó desarmado y ganó su cariño entero demostrándole que él también podía amar.
Pero hacía tres años no había podido pedirle lo que más anhelaba con el alma, vivir cada día a su lado y aunque tristes o menesterosos, juntos harían lo posible por vivir tranquilos. Pero hoy, por fin podía volver libre. Tres años de agonía le había costado este placer.
Levantó la vista hacia el sol que ya estaba por tocar el mar. Sintió su corazón desfallecer, debía apresurarse, a la siguiente vuelta ella estaría esperándole. Apretó el paso, apresuró la marcha.
Dio la última vuelta y alcanzó el risco añorado.
Y allí estaba ella. Tan preciosa como siempre y más hermosa a la vez. Buscó sus ojos, pero éstos languidecían cerrados, sumida en el sopor de un sueño tranquilo.
La observó mientras se acercaba, con las mejillas bañadas en lágrimas y agua del tempestuoso mar que abajo se agitaba. Sus rizos ondeando al viento y describiendo cabriolas al son de la mar.
El sol tocó el agua y ella abrió los ojos. Levantó la cara y volteo hacia el horizonte. Lanzó un suspiro añorador y recargó la marfileña barbilla en sus rodillas con sus brazos rodeándole las piernas.
Avanzó unos pasos más y se detuvo a unos pasos de su bien amada.
Ella se tensó al sentir una presencia atrás de ella y girando el rostro regaló a su tan anhelado amor ahora presente el más maravilloso don que pudo haber pedido.
Él se vio reflejado en sus pupilas que con amor le observaban rogando que no fuese un sueño.
Le sonrió.
Sus ojos lagrimearon.
Dio un paso.
Levantó el rostro.
Extendió los brazos.
Una sonrisa se grabó en su piel.
Corrió hacia ella.
Lo vio venir a ella.
La tomó de los brazos y la levantó hacia él.
Tomó sus brazos y le observó a los ojos.
La atrajo hacia él.
Le abrazó con su alma entera.
Hundió su rostro entre sus rizos.
Apoyó la cabeza en su pecho.
—Te dije que por ti volvería un día de verano al hundirse el sol en la mar.
—Te dije que yo te esperaría así fuesen cien años.
—He terminado con todo aquello que contigo me impedía estar.
—He anhelado tu presencia y esperádote he en el lugar.
Se miraron a los ojos y con un beso sellaron la promesa que habían cumplido.
Espero les guste, por si se confundieron, los últimos parrafos van intercalads, uno de él y el otro ella.
atte
*La Escritora Alucinada*
PD:Gracias Omar por tu tomatazo bien dado a mi otro post jeje :D

5 opiniones o tomatazos:

Natalia Astuácas dijo...

¿Te dieron un tomatazo? mmm...
Linda tu historia... tranquila que no me confundí al final.

Te dejo un abrazo, que rico poder leerte.
Besito.

Natalia Astuácas dijo...

Me quedé por acá y ni me imaginás... empozada en un charco de lágrimas escuchando la canción de Jessy and Joy... y yo acá triste, decepcionada, adolorida, cansada...

Anabel Botella dijo...

un precioso relato, que para nada merece un tomatazo. Te esperaré así que pasen cien años puede dar mucho de sí en una novela.
Saludos desde La ventana de los sueños.

Omar Franco Pérez dijo...

EA!

Lo mío no fue tomatazo!! Fue un consejo, una observación. Sabés que me gusta lo que escribes.

Y claro que me podés llamar amigo!!! ¿Puedo yo llamaros así a vos?

Sabés? Creo que he andado un tanto "amargado". No se me da eso de las relaciones (sólo fracasos, puros fracasos); pero puedo leerte e imaginar. Eso es muy bueno.

Un saludo!!

Anabel Botella dijo...

Toda la historia da para una novela, pero eso es algo que debes desarrollar tú. Yo tengo mi propia visión, claro, pero todo lo que les ha llevado a esa situación lo has imaginado tú. Me gusta mucho la frase: No dudes mi amor un día volveré a por ti.
Saludos desde La ventana de los sueños.

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